Versiones del erre a pe

 I

Teniendo en cuenta la larga decadencia del rock, el rap debería ser la música joven más interesante. O pareció serlo en un momento, al menos al nivel de la forma. Cuando hace unos años se juntaban adolescentes y jóvenes a competir en batallas de gallos enfrentamientos uno a uno donde ganaba, básicamente, el que más humillaba al otro parecía haber un impulso creativo valioso por sí mismo. Si bien yo no tenía la sensibilidad para distinguir a los buenos de los malos o percibir la innovación técnica en cada uno de ellos, se notaba que tenían un criterio según el cual mejorar. La competitividad propia del formato los obligaba a entrenarse, a llevar cosas nuevas cada semana, a copiar a otros mejores que ellos. 

Hoy en día esos formatos se cristalizaron, y las competencias de improvisación tienen un aura más deportiva que artística. Las batallas se volvieron más largas, circula más dinero, la cuestión se volvió una exhibición de elite. Los jóvenes que competían ingresaron a (o crearon ellos mismos) un star system gracias al cual ya ni siquiera necesitan restringirse al rap. Se profesionalizaron. Aun así, lo que pasó en esos años fue un fenómeno valioso que vale la pena examinar. 

II

Sin hacer demasiada historización, la popularidad del rap en español apareció con las batallas en plazas y las competencias tipo Red Bull, y los distintos competidores tuvieron tránsitos dispares a sus carreras como músicos. Un elemento clave en estos eventos era la improvisación, que si bien forzaba cierta valorización de la capacidad de responder en el momento –inhibiendo por otra parte el refinamiento de cada presentación– también obligaba a la originalidad y la continua creación.

Así surgieron muchas de las tendencias que después se trabajaron con mayor profundidad en bandas y solistas que componen y graban. La obligación de improvisar convirtió a las batallas en una chispa, pero también las volvió susceptibles de ser mero entretenimiento. 

III

En un comienzo las batallas tenían un sistema de decisión bastante precario: un jurado votaba visiblemente de acuerdo a sus simpatías. Por eso resultaban exitosos muchos raperos cultores de la rima fácil, la muletilla y el insulto directo. Ya son clásicos los comienzos como "el Deto lo hace bien // y en esto te elimina // miralo a este gordo mocho // se comió todas las harinas". Etcétera.   

Sin embargo cuando la competencia se amplió, varios otros raperos empezaron a experimentar con los juegos de palabras y distintos recursos sonoros. Esto es lo que, aunque sea a mí, me parece que lo vuelve interesante. Obviamente siguieron desarrollándose estilos más basados en la coherencia, en la ocurrencia en las respuestas y demás; digamos raperos que valoran en mayor medida el contenido. 

IV

La poca importancia del contenido en el rap no se limita únicamente a una preferencia mía. En general, el contenido del rap está absolutamente estereotipado. Los temas son los mismos que en las canciones mainstream actuales –tener más dinero, más mujere', etc. Inclusive en los más "combativos", la cuestión se reduce a una expresión del yo de gente que está triste, enojada, o quiere sonar profunda. Es significativo en este sentido que Replik, un rapero con fama de profundo, cuando habla de poesía mencione solo a Borges y a Neruda. No porque sean malos, sino porque son textos escolares.

El aspecto que sí tiene interés, porque es nuevo inclusive para la poesía, es el de la experimentación con el sonido de las palabras. Lit Killah, por ejemplo, que hoy es un cantante pop de la media con muchos seguidores y poco para resaltar, daba vueltas las palabras de sus oponentes (materialmente, no en sentido sofístico) para hacer juegos de palabras y responderles las rimas. Acá por ejemplo, Replik le dice algo de Katy Perry y Lit Killah contesta: "No soy Katy Perry // perri te he rimao y te gano // hoy va a la inversa". Da para mirar la batalla completa porque usa muchas figuras en distintos momentos.

V

Principalmente lo que creo que hay que rescatar es la figura de "métrica" o rimas multisilábicas. Consiste básicamente en hacer rimar más que las dos sílabas clásicas del final de un verso, inclusive en las partes internas. Esto genera una eufonía un poco hipnótica que hace fluir todo a un nivel exagerado. Algunos cultores del estilo (ya considerados manijas totales de la técnica) son Nobewan y más acá en el tiempo, el dúo Kamada. El último link tiene un video que incluye las métricas escritas resaltadas en colores.

Para hacer un balance final, creo que el verdadero valor de todo esto para la poesía está en las figuras sonoras que resultaron de la experimentación. Estando ahí a la vista, son mucho más palpables y desarrolladas que en cualquier texto que yo conozca. El contenido, que tiende en casi la totalidad de los casos en hablar de uno mismo, el éxito económico y otras pavadas, es algo que puede dejarse de lado y agradecer el suficiente trabajo que hicieron por nosotros.

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